Orientaciones para promover sistemas económicos inclusivos y solidarios


Un análisis que reseña un valioso aporte para entender mejor las economías inclusivas y cooperativas en el mundo.

Como fruto del encuentro internacional sobre Políticas públicas y prácticas para la promoción de sistemas económicos inclusivos y solidarios (nombre del XVI Seminario Latinoamericano Asocam), realizado en Quito en 2013, se logró “identificar experiencias y modelos innovadores que abordan de manera más sistemática e intencionada la inclusión de grupos vulnerables en la economía local y territorial” (Jalil, 2014: 09), los cuales son recogidos en la publicación Orientaciones para promover sistemas económicos inclusivos y solidarios.

La inclusión es un tema que rebasa la “generación de empleo o ingresos: conduce a revisar las causas sistémicas de la pobreza, la marginación de amplios sectores de la sociedad e implica la necesidad de políticas eficientes” (Jalil, 2014: 09), las cuales deben responder a necesidades de la ciudadanía, en especial, de aquellos grupos más vulnerables y excluidos de la sociedad. El sistema económico de un país o los sistemas económicos de la región americana privilegian aspectos que desde la economía política o economía clásica carecen de una visión sistémica; es decir, de una perspectiva más allá de la compresión del mercado, el capital y la producción de bienes y servicios con incentivo en la renta y la propiedad privada.

En los sistemas económicos inclusivos, el sistema económico adquiere una dimensión integral que se vincula con la comunicación y todos los componentes de la sociedad, a fin de que aquellas comunicaciones propias del intercambio en pagos y compensaciones adquieran sentido real y valor social, reproduciendo sistemas solidarios y comunitarios de pertenencia e inclusión. Como nociones conceptuales expuestas en el documento se advierte que:

Los sistemas económicos inclusivos y solidarios se caracterizan por privilegiar el bien estar de las generaciones presentes y futuras; ocuparse de la comunidad, no sólo del individuo o del grupo; sustentarse en la identidad propia de las personas; favorecer la integración de grupos vulnerables y excluidos de la población; promover la transformación social y económica; integran la producción sana, el consumo responsable, el comercio justo, el diálogo de saberes y las finanzas solidarias (Jalil, 2014: 14).

Destaca el marco de análisis en su dimensión política, pues sustenta principios de participación ciudadana, democratización de los bienes, fortalecimiento del poder popular y la acción colectiva, adecuados ámbitos de representatividad y escalamiento del sistema. Esto último, como un concepto de desarrollo que tiene su vinculación con diferentes áreas de la vida humana, tales como “la agricultura, agua y saneamiento, salud, gobernabilidad y finanzas” (Vollmar, 2015: 13), además del cuidado al medioambiente y acceso a la justicia, entre otros aspectos del bienestar social.

“Más de treinta experiencias de economía inclusiva y solidaria de América y Europa” (Jalil, 2014: 11), se recogen en el documento que reseñamos esta ocasión. Dichas formulaciones, programas, proyectos e iniciativas de desarrollo están siendo implementadas a lo largo y ancho de estos dos continentes. La experiencia de Brasil, por ejemplo, muestra cómo las organizaciones sociales vinculadas con iniciativas de economía inclusiva y solidaria lograron articularse en el Foro Brasileño de Economía Solidaria (FBES); desde ese lugar se ha visto como han podido incidir políticamente para dar lugar a la creación de la Secretaría Nacional de Economía Solidaria, adjunta al Ministerio de Trabajo y Empleo de Brasil, donde el protagonismo ha recaído directamente sobre la base social.

Otra experiencia que marca trayectoria corresponde a Canadá, toda vez que la Chantier de L’Economie Social (la Construcción de La Economía Social) se levanta como un espacio de base social, “con casi dos décadas de trayectoria, que ha permitido la concertación y articulación de redes sectoriales, territoriales y grandes movimientos sociales” (Jalil, 2014: 38),  con incidencia en la formulación de políticas públicas a favor de la inclusión económica y social en Quebec. Resalta, asimismo, la experiencia de la Fundación Fiare en España, constituida como “una red de personas y organizaciones con vocación de crear alternativas dentro del mercado financiero para construir una economía con otros valores al servicio de una sociedad más justa” (Jalil, 2014: 106), lo cual es representativa de una banca popular, ética e incluyente en Europa.

Se hace mención también a “la Comisión Nacional de Microcréditos (Conami) y su aporte al desarrollo territorial de la economía social y solidaria” (Jalil, 2014: 112), en Argentina, lo que pone en relieve el cambio sustantivo en la concepción de las políticas públicas, al vincular como sujetos de derechos a los agentes beneficiarios de microcrédito, orientación y seguimiento de proyectos emprendedores.

Sin duda, Ecuador también presenta su experiencia de circuitos económicos nacionales y ordenanzas locales de economía solidaria, por medio del Instituto Ecuatoriano de Economía Popular y Solidaria (IEPS) y los gobiernos provinciales del país, con el propósito de erradicar la pobreza, distribuir equitativamente los recursos y alcanzar el Buen Vivir. Los circuitos económicos impulsados en este país se convierten en espacios de aprendizaje para la región, toda vez que inscriben categorías nuevas de los sistemas económicos inclusivos, con la premisa sustentada en “el buen alimento, la buena manufactura y el buen servicio” (Jalil, 2014: 66).

Son muchos los aspectos integrales que recoge esta publicación, cuyo desafío es dar a conocer las orientaciones “que constituyen puntos de encuentro entre las distintas experiencias, que pudiesen, de alguna manera, guiar las acciones de diferentes categorías de actor, interesados y comprometidos en implementar estrategias que promueven la inclusión económica y social” (Jalil, 2014: 10), ya sea en el campo de las políticas públicas, programas o proyectos de desarrollo, iniciativas lideradas y gestionadas por comunidades y colectivos.

Por último, y como lo indica el Servicio de Gestión del Conocimiento en América Latina (Asocam), la serie constituye “una fuente de inspiración para que los tomadores de decisión de entidades gubernamentales, instituciones regionales y locales, agencias de cooperación al desarrollo y donantes, equipos de proyectos, líderes” (Jalil, 2014: 12), así como todas las personas involucradas en los sistemas económicos e inclusivos de la región y el mundo sean innovadores en la puesta en marcha de sus programas, políticas y experiencias con fines inclusivos y sociales. @christianbaez


Bibliografía

Jalil, Yasmin (2014). Orientaciones para promover sistemas económicos, inclusivos y solidarios. Quito: Secretaría Técnica Asocam / Intercooperation América Latina.

Vollmar, Annick (2015). Orientaciones para promover el enfoque de desarrollo de sistemas de mercado. Quito: Secretaría Técnica Asocam / Helvetas Swiss Interccooperation.

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